Las palabras se deslizan suavemente en la mente,
Cuan rítmicos sonidos,
Mientras que las imágenes con fervor arremeten
Contra la cúpula de la imaginación.
Quieren salir de la percepción,
Para transformarse en idea.
No se pueden controlar,
Sólo sentir.
“No me maten”, expresa lúgubremente
aquel ser apodado Ejaugnel.
Ya sé que soy como un zorro,
Astuto nunca me dejo controlar
Pero deben saber una cosa,
El sueño es mi dominio,
Las palabras mi fuerte,
Las metáforas mi desvelo
Al fin y al cabo, ¿cuándo soñamos?,
¿Cuándo estamos despiertos?
Las palabras son lo escrito de los sueños,
Lo mágico de lo irreal
Muchos hablan de mí,
Pocos me sienten.
Todos me usan,
Nadie me quiere.
He aquí que he perdurado en el tiempo,
Y vaya que he recorrido mil mares y navegado mil ríos,
Pero aún siento como la primera vez,
Cada sutil y frágil palabra que se escabulle en silencio del ocaso.
No sé si pretendo demasiado,
Pero ¿cómo explicarle a mi cuerpo y mi alma?
Que todo como dijo Parmenides cambia.
¿Cómo poder resignarme a mi misma muerte?
La mecanización de la escritura,
La deformación del lenguaje,
Verdades que no quiero ver
Sé que no soy presa fácil,
Dominarme se asemeja a una utopía,
Pero deben saber que quien logra,
Llega al trofeo más ansiado.
No me maten, úsenme,
Y dejen que mi cuerpo y su mente,
como una enredadera,
se fusionen en la atmósfera de lo inverosímil
En lo increíble de las fábulas
domingo, 14 de febrero de 2010
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